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Operaciones de paz 3.0. Aprendiendo la lección.

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Sin el compromiso constructivo de la comunidad internacional, es improbable que se aprecien mejoras  en Medio Oriente a corto plazo. Como en la mayoría de los conflictos, las fases posteriores a las operaciones militares principales ofrecen una oportunidad única para establecer realidades alternativas con capacidad de ser implantadas. La urgencia para un despliegue efectivo debe ser matizada a la luz de un potencial fracaso ante una ruptura de las hostilidades.

Es importante reconocer que nos encontramos ante una nueva etapa de las operaciones de mantenimiento de la paz. Anteriormente, ninguna fuerza ha tenido que interceder entre un estado que presenta una actitud hegemónica regional, y entre un grupo militar irregular como es Hizbula, con una capacidad militar y una presencia social y política de notable envergadura.

Por ello, para el sistema de mantenimiento de la paz, es un tiempo de adaptación, es tiempo de revisión doctrinal. Si las primeras operaciones de paz (versión 1.0), básicamente amparadas en el Capítulo VI de la Carta de las Naciones Unidas presuponían imparcialidad de la fuerza, consentimiento de las partes y ausencia de violencia, salvo en casos de autodefensa; pasamos a un resurgir del modelo de gestión de crisis internacional como consecuencia de la finalización de la política de vetos en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, una vez concluida la guerra fría (versión 2.0).

 En estos últimos años, las misiones de paz se han multiplicado sensiblemente, cogiendo a los ejércitos de los países industrializados, occidentales, blancos y cristianos en fase de reducción de efectivos, fruto de una política de «recogida de los dividendos de la paz». Este segundo periodo, que parece llegar a su fin, se caracteriza por situarse entre el Capítulo VI de la Carta y el Capítulo VII (popularmente definido como «SEIS y MEDIO»), en el que estaba previsto imponer una situación de paz a los contendientes. En este modelo de intervención se practica un neutralidad exquisita, aunque no se es imparcial; porque la imparcialidad no cabe ante la protección de grupos de personas desplazadas, refugiados y perseguidos por las distintas facciones. Se trata de equilibrar el mantenimiendo de la paz, con la imposición de unos términos que aseguren cierto grado de concordia.

Finalmente, una nueva era se aproxima, y FINUL (UNIFIL) puede ser la primera de una larga serie, en las que la complejidad del conflicto, la implicación de las grandes potencias, la integración de todos los esfuerzos (sociales, económicos, de desarrollo, humanitarios, sanitarios, etc), no solo de los militares, traten de dar una solución global al conflicto, con un seguimiento estrecho durante las fases post-conflicto, hasta alcanzar un grado de reconciliación que permita la vida en paz. Una operación de paz establecida, a modo de colchón entre un estado y una milicia, en Medio Oriente, presupone tal complejidad, que fácilmente se entiende que la labor no sea fácil, ni desde el punto de vista militar (Israel y una milicia irregular), ni cultural (tres religiones superpuestas), ni económico (un Israel floreciente, ante un Líbano deprimido en un entorno crítico), ni social (con desarrollo tan dispares), etc.

Ante lo cual, los españoles mantienen una actitud, que puede considerarse distante, pese a los esfuerzos políticos a lo largo de décadas para llevar la paz a Medio Oriente. Los españoles no aceptan las bajas militares en conflictos en el exterior. No importa quién, ni cómo, ni cuando. Esta situación deja a las fuerzas militares prisioneras de una opinión pública, incomprensiblemente exigente. Y por lo tanto, fuerzas irregulares (Mahdi Army en Irak o grupos terroristas en el Líbano) contemplan como una oportunidad única la presión sobre las fuerzas españolas, por el alto impacto que va a tener a tenor de la retirada de Irak y la presión social.

La modificación sustancial del modelo de operaciones de paz aún no ha sido ni explicado ni percibido por la sociedad española, que aunque no acepta bajas propias, renuncia a la participación con contingentes fuertemente pertrechados, amparados en un posible impacto negativo en la percepción de pertenecer a «una cultura de paz».

Finalmente, las fuerzas militares españolas acaban siendo rehenes de una situación extraña, pueden sentirse incomprendidas, y en ocasiones, desprotegidas.

Los riesgos de las operaciones de paz.

Saludo militar

Celebrándose los funerales por los seis soldados de las Fuerzas Armadas españolas fallecidos en el Líbano, el debate social está circunscribiéndose a los riesgos que asumen las fuerzas militares desplegadas en una operación de paz y las condiciones en que tienen que desenvolverse.

Con demasiada frecuencia se trivializa la verdadera esencia de las Fuerzas Armadas, sus riesgos, los deberes exigibles y su compromiso por el bienestar de todos los españoles. Este compromiso tiene un profundo reflejo en la Constitución de 1978, que se ha ampliado en virtud de los compromisos internacionales que decide asumir el Gobierno de España.

En ocasiones, se critica la traslación a los ciudadanos de una imagen desvirtuada del quehacer militar, probablemente para no excitar a la opinión pública acerca de los riesgos que en la milicia hay que asumir, exportando una imagen muy cercana a la de una «ONG – gubernamental».

Lamentablemente, cuando las Fuerzas Armadas se desplazan a un territorio alejado constituyendo unidades, con sus vehículos y armamento se debe a que la situación en esa zona no es controlable por el gobierno local, ni por las policías y fuerzas militares nativas. Estas situaciones no pueden definirse como carentes de riesgo.

Acudir a una misión constructiva, digna y profundamente humana no debe estar reñido con el traslado y puesta a disposición de las fuerzas armadas de todos los medios disponibles para proteger los nuestros. Como ejemplo valga, que en misiones de ayuda humanitaria con motivo de catástrofe natural, las fuerzas militares son atacadas por grupos, más o menos organizados, para robar los alimentos que custodian y que deben ser repartidos entre la población local. Así que no debemos esperar de facciones o ejércitos convenientemente pertrechados que buscan alcanzar sus objetivos vitales, y ante los cuales se interpone un fuerza, que con todo el beneplácito de la comunidad internacional, no dispone de las herramientas adecuadas, para imponer un mandato de Naciones Unidas, o que son el objetivo militar o terrorista de un grupo disidente.

Por ello, invito a abandonar esa demagogia, asumir la realidad, comprometernos con la comunidad internacional conforme a la política gubernamental y proteger a nuestras tropas. En realidad, se lo debemos a nuestros soldados. Más aún, a los que han fallecido.

Recemos una oración  para que nuestros compañeros descansen en paz:

Yeison Alejandro Castaño Abadía

Jonatan Galea García

Manuel David Portas Ruiz

Yhon Edisson Posada Valencia

Jeferson Vargas Moya

Juan Carlos Villora Díaz

Duelo por la muerte de seis compañeros

Izado de bandera. 

Las Fuerzas Armadas de España están de duelo. Seis soldados han sido asesinados cuando patrullaban entre Marjayún y Jiam (Libano) mientras desempeñaban su labor en una misión de Naciones Unidas (UNIFIL/FINUL) . Cincuenta kilos de explosivos han servido para que este ataque premeditado contra las fuerzas españolas levante el velo sobre los riesgos que suponen las «misiones de paz«.

El duelo no es sólo de la gran familia militar, tenemos muy presentes a las familias de los fallecidos y heridos, que sufren desconsoladamente. También, hay que reconocer el valor y la entrega de todos los que prestan y han prestado servicio en las múltiples operaciones a donde se les han enviado, para hacer lo que mejor saben hacer: vivir con alegría, compartir con compañerismo y proteger a los que lo necesitan. Esta noble tarea no está exenta de riesgos y peligros, y la misma nobleza y lealtad se le debe exigir a la sociedad española que allí los envía: el reconocimiento de la labor desempeñada.

El cariño con que recibiremos los cuerpos de los fallecidos, la sinceridad con que nos deseamos «un feliz regreso sano y salvo» no nos debe apartar de las emociones encontradas al perder a los nuestros. Lamentablemente la sangre española se ha derramado en Afganistán, Bosnia-Herzegovina, Irak y Líbano, además hemos sufrido otras dolorosas pérdidas  en Abu Dhabi, Albania, Golfo de Guinea, Guinea, Guatemala, Indonesia, Kenia y Macedonia, siempre apoyando el logro de vivir en un mundo mejor.

Las misiones militares tienen un riesgo propio de su naturaleza, con independencia de bajo que bandera se despliegue. En un ejercicio de obediencia y profesionalidad se está presente en teatros de operaciones donde la violencia es el pan de cada día. Es importante que España mantenga sus compromisos internacionales, aunque sería deseable que las fuerzas españolas dispusieran de todos los medios a su alcance para cumplir su misión con un mayor grado de seguridad. Entre estos elementos, no solo cabría pensar en inhibidores de frecuencia, sino en vehículos blindados en su totalidad, unidades de reacción con capacidad de respuesta precisa y eficaz, como son aquellas que disponen de los vehículos Centauro; helicópteros de ataque que doten de una adecuada plataforma de fuego para que cubran a las patrullas y escoltas; medios de vigilancia y contravigilancia que proporcionen información real sobre las posibles amenazas al contingente desplegado, entre otras muchas capacidades disponibles, y que habitualmente se «caen» del contingente por razones presupuestarias, o bien para no sobrepasar el limite numérico de 3000 personas desplegadas en el exterior.

Ahora sólo cabe llorar a los muertos, desear un rápido reestablecimiento a los heridos y dedicarles un sincero recuerdo a los que han dado su vida en nombre de España. Como dice la canción que dedicamos a nuestros fallecidos, sólo cabe «que la muerte no sea el final».

Ley de la carrera militar

El anteproyecto de ley que regulará la Carrera Militar, incentivará la creación  de un sistema de Centros Universitarios de la Defensa, para ofrecer la oportunidad de que los oficiales de las Fuerzas Armadas obtengan un título universitario de grado en las academias militares, en consonancia con el modelo Bolonia 2007. Esta norma es importante porque apoya una opinión ligeramente extendida que desplazaba a una situación de «equiparación» entre la Enseñanza Militar Superior (carácter universitario) y el modelos de estudios universitarios en España.

Esta nueva propuesta exige que los alumnos de centros militares (Academias Militares de Zaragoza y San Javier, y la Escuela Naval) cursen un doble titulación, como ya hacen muchas otras personas que actualmente cursan, por ejemplo, Administración de Empresas y Derecho; y finalmente, quedará por ver el modelo implantación real, y los periodos transitorios de adaptación. En la misma línea, se apoyará que los oficiales actualmente en activo adquieran una segunda titulación.

Este modelo, aunque apoya la modernización de las Fuerzas Armadas, principalmente servirá para que los cuadros de mandos puedan abandonar las Fuerzas Armadas con cierta dignidad, en tanto, que podrán ejercer otra actividad profesional cuando decidan «colgar el uniforme» o cuando la Administración Militar prescinda de sus servicios con la finalidad de hacer más esbelta la pirámide jerárquica. El temor que se cierne por los militares profesionales de carrera es si la doble titulación no supondrá una merma de los conocimientos militares que un buen oficial debe poseer, y si este modelo no supondrá un cambio en «la cultura de las fuerzas armadas», en cuanto a que los militares actuales, con un alto grado de vocación profesional, pueden ver como la milicia acaba tomando el rumbo de una «profesionalización mal entendida», en la que los futuros cuadros de mando no estén en condiciones morales de atender al artículo VIII de la Constitución Española de 1978.

Congreso de España

UAV,s., Afganistán y lo que esperamos de ellos.

 Al margen del debate, ciertamente estéril, acerca de si los UAV,s mostrados en el desfile de León de 2007, no son más que prototipos avanzados, y que los modelos adquiridos por las FAS españolas para ser desplegados en Afganistán, han sido adquirido a Israel; insisto, que al margen de este debate más político, que militar, cabe preguntarse que podemos esperar de los Vehículos Aereos Sin Tripulante y más si cabe, lo que podemos esperar en un ambiente operativo urbano.El adversario, modesto o no, le ha tomado la medida a los ejércitos modernos occidentales que han corrido tras la tecnología como si fuera una tabla de salvación frente a las amenazas múltiples que se presentan en la actualidad. En este sentido, los combates huyen del campo abierto y se refugian en las ciudades, donde la ausencia de campos de tiro efectivos para el material de dotación, la incapacidad para adquirir objetivos y seguirlos eficientemente, así como la problemática de identificar adecuadamente al adversario y no confundirlo con la población civil que desarrolla su vida en dicha ciudad, hace que el rol de vigilancia y reconocimeinto que se le atribuye, principalmente, a los UAV debe migrar hacia el combate de milicias que se ampara en edificios y se oculta en sus alrededores.

Los UAV,s. tradicionales (de ala fija) se emplean con mayor eficacia en largas rutas de abastecimiento o en amplias zonas abiertas, y las milicias acaban cubriéndose bajo cubiertas para ocultarse a la observación.

Por ello, los sistema de ala rotaria serán más eficientes en terrenos urbanizados, con mayor flexibilidad para ser lanzados y recuperados y mayores posibilidades de ser armados. Sólo cabe preocuparnos la densidad de tráfico aéreo y la creciente necesidad de ancho de banda para que los sistemas de telecomunicaciones e información permitan su funcionamiento, bajo control.

Las limitaciones actuales de los sistemas no nos debe hace abandonar una idea básica en el futuro combate urbano, incluirá el despliegue de robots terrestres que salvaguarden la vida de nuestros soldados, y que en combinación con otros sensores y sistemas de armas, permitirán una efectivo desempeño de las fuerzas armadas, en un sistema 24/7, todo tiempo, todo ambiente, todo tipo de adversario y cualquiera que sea la estrategia de enfrentamiento que emplee.

Un “toro” protegerá a los soldados estadounidenses en Irak.

 Los militares norteamericanos han probado un nuevo vehículo de transporte blindado para proteger a las fuerzas desplegadas en Afganistán e Irak contra los ataques de la insurgencia. El nuevo vehículo es capaz de resistir los ataques realizados con bombas o artefactos improvisados (IED,s) y ha sido probado con notable éxito.Resistant Ambush Protected (MRAP) Vehicle

Este vehículo ha sido diseñado para evitar los daños sobre los soldados transportados, y hace ineficaz el modelo actual de artefacto penetrante que ha castigado seriamente a los «humvees» blindados, matando a muchas personas.

Aunque la tecnología empleada está clasificada por el momento, la empresa que le fabrica Ceradyne Inc. confía en que tras las pruebas prácticas del Army y de los Marines estadounidenses, pueda ser adquirido y desplegado en las zonas  de conflicto más peligrosas.

Que los ciudadanos de una nación conozcan los riesgos y amenazas que se ciernen sobre sus nacionales (soldados) en una operación de paz debe ser básico. Existe la tendencia a exponer limitadamente los riesgos que corren las fuerzas en operaciones en el exterior, y esta tendencia no es sólo una responsabilidad gubernamental, sino que las sociedades deben comprender que ir a una zona de riesgo conlleva un peligro para la vida de las personas que allí están desplazadas. Además, si la zona es inestable, desde el punto de seguridad, existen grupos que atentarán contra las fuerzas militares con finalidades diversas, pero la mayoría alejadas de los principios que rigen las acciones armadas según el Derecho Internacional Humanitario.

Por ello, la investigación y desarrollo en el ámbito de los vehículos de combate acorazados para zonas de combate, y los frutos materializados en el «Bull» y en el Vehiculo Protegido Resistente a Minas y Emboscadas [Mine Resistant Ambush Protected (MRAP)], son una buena noticia.

MRAP

MRAP

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