Duelo por la muerte de seis compañeros

Izado de bandera. 

Las Fuerzas Armadas de España están de duelo. Seis soldados han sido asesinados cuando patrullaban entre Marjayún y Jiam (Libano) mientras desempeñaban su labor en una misión de Naciones Unidas (UNIFIL/FINUL) . Cincuenta kilos de explosivos han servido para que este ataque premeditado contra las fuerzas españolas levante el velo sobre los riesgos que suponen las «misiones de paz«.

El duelo no es sólo de la gran familia militar, tenemos muy presentes a las familias de los fallecidos y heridos, que sufren desconsoladamente. También, hay que reconocer el valor y la entrega de todos los que prestan y han prestado servicio en las múltiples operaciones a donde se les han enviado, para hacer lo que mejor saben hacer: vivir con alegría, compartir con compañerismo y proteger a los que lo necesitan. Esta noble tarea no está exenta de riesgos y peligros, y la misma nobleza y lealtad se le debe exigir a la sociedad española que allí los envía: el reconocimiento de la labor desempeñada.

El cariño con que recibiremos los cuerpos de los fallecidos, la sinceridad con que nos deseamos «un feliz regreso sano y salvo» no nos debe apartar de las emociones encontradas al perder a los nuestros. Lamentablemente la sangre española se ha derramado en Afganistán, Bosnia-Herzegovina, Irak y Líbano, además hemos sufrido otras dolorosas pérdidas  en Abu Dhabi, Albania, Golfo de Guinea, Guinea, Guatemala, Indonesia, Kenia y Macedonia, siempre apoyando el logro de vivir en un mundo mejor.

Las misiones militares tienen un riesgo propio de su naturaleza, con independencia de bajo que bandera se despliegue. En un ejercicio de obediencia y profesionalidad se está presente en teatros de operaciones donde la violencia es el pan de cada día. Es importante que España mantenga sus compromisos internacionales, aunque sería deseable que las fuerzas españolas dispusieran de todos los medios a su alcance para cumplir su misión con un mayor grado de seguridad. Entre estos elementos, no solo cabría pensar en inhibidores de frecuencia, sino en vehículos blindados en su totalidad, unidades de reacción con capacidad de respuesta precisa y eficaz, como son aquellas que disponen de los vehículos Centauro; helicópteros de ataque que doten de una adecuada plataforma de fuego para que cubran a las patrullas y escoltas; medios de vigilancia y contravigilancia que proporcionen información real sobre las posibles amenazas al contingente desplegado, entre otras muchas capacidades disponibles, y que habitualmente se «caen» del contingente por razones presupuestarias, o bien para no sobrepasar el limite numérico de 3000 personas desplegadas en el exterior.

Ahora sólo cabe llorar a los muertos, desear un rápido reestablecimiento a los heridos y dedicarles un sincero recuerdo a los que han dado su vida en nombre de España. Como dice la canción que dedicamos a nuestros fallecidos, sólo cabe «que la muerte no sea el final».