Clavos de punta

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 Las empresas de servicios militares (ESEMIL) recogen un sin número de denominaciones: Private military firms (incluyen cometidos ofensivos), private security firms (sólo cometidos defensivos), neo-mercenarios, y otro elenco bastante amplio que pretende denominar a la “privatización de la violencia” en su estado más puro.

En general, estas empresas han aprendido de Executive Outcomes, que deben mantener un “perfil bajo”, llamar poco la atención, y hacer de la discreción su mejor aliado, hasta el punto que en Iraq se han convertido en el segundo contingente, por detrás de los estadounidenses.

Lamentablemente para la industria de la seguridad en zonas de conflicto, Blackwater ha abiertola “caja de Pandora”, y su últimoicidentee en el fallecieron, al menso, 11 personas, ha atraido a las cámaras, los focos y, la preocupación de los políticos detener que hacer algo. No es mi intención focalizarme en la política doméstica de EEUU.

Lo que debemos plantearnos son los aspectos éticos, legales y socio-políticos de su empleo. Lo cierto es que se ha cambiado un elemento básico de la relación entre estados, que es el reconocimiento que el monopolio de la violencia residen en el estado, y por lo tanto, cualquier otro origen bastardo, convierte a la violencia y a su ejecutor, como ilegales. Pero, ¿qué sucede si un estado ejerce la violencia por medio de terceros, es decir, al margen de sus fuerzas armadas?

La ausencia de “Cultura de Defensa” sitúa a los temas de los ejércitos al margen del discurso diario. El gasto de Defensa, al margen de su conversion en hospitale sy escuelas, no interesa, y por lo tanto, todo debate se fundamenta en escándalos que alejándose de la realidad histórica y careciendo de un enfoque objetivo, impide el análisis y estudios pormenorizados de las necesidades de Seguridad de una sociedad.

Sin palabras.